Solidaridad en casa: Hacer el Bien durante y en la Convivencia Familiar.
Los hechos nunca antes vistos de este fenómeno mundial, a causa de la pandemia, se han evidenciado y arraigado en lo más profundo de nuestros días.
Algunos, con ya al menos 90 días conviviendo en confinamiento, pueden contar más de una experiencia de cómo en casa se ha vivido “de todo”: para bien y para mal. Basta con una sola historia para poder evidenciarlo: la mía.
Vivo en casa con mi familia, conformada por mi mamá, mi papá y mi hermana de 21 años. Al principio, nos tomamos la cuarentena bastante bien ya que hace más de 8 años que no estábamos tanto tiempo juntos. Sin embargo, la historia fue mutando con el pasar de los días… hasta que llegó nuestro “día D” en que mamá enfermó.
Sentimos miedo, estábamos estresados, la pandemia había llegado a casa a intentar quebrar al pilar más fuerte de la familia. ¿Qué se supone que debes hacer cuando el monstruo más grande se presenta al lado tuyo? ¿Cómo defenderte? ¿Cómo defender a los que te rodean cuando el contacto no está permitido?
Sin demorar mucho, recordé algo que estaba en mí pero que no lo había puesto en práctica hasta ahora: dar de mí, antes de recibir. Así empezamos la dinámica de la colaboración en cada aspecto del día: cocina, limpieza, etc. Decidimos hacerlo de modo entretenido y desafiante al plantearnos realizar cosas que no necesariamente nos gustaran con la intención de que mamá se curara.
Los días fueron avanzando y empezamos a ir cuesta arriba con días de tranquilidad. Sin embargo, no todo eran buenas noticias. Guayaquil, la ciudad más golpeada en Ecuador y siguiente sede de la Conferencia Anual de Día de Buenas Acciones, nos quitaba esperanzas con su realidad.
Seguimos con nuestra dinámica, y mamá mejoraba considerablemente gracias al esfuerzo del equipo familiar, pero cantamos victoria antes de tiempo. Nos relajamos tanto, que pasamos por alto ciertos aspectos donde las peleas no se hicieron esperar… la supervivencia no es el mejor bálsamo para una receta en donde hay miedo.
Entre discusiones y peleas, la noticia de que Samuel, mi enamorado, pasaba igual o peores momentos que mi madre, nos hizo retomar el centro. Queriendo dejar atrás todo esto y canalizarlo de la manera adecuada, empecé a desarrollar – a consciencia – un plan pequeño de una buena acción al día por cada una de las personas con las que tuviera contacto, y con un gran enfoque en hacerle llegar ese detalle a mi familia.
Díganme loca, pero estoy segura de que la magia empieza cuando localizamos de manera efectiva nuestra energía. Mi mamá terminó de mejorar y no tuvo que ser hospitalizada, mi novio mejoró días después, las peleas cesaron, nos complementamos y, ante todo, se sentía paz en la casa. Los días empezaron a ser menos largos y más felices, solo con ese simple cambio de una buena acción al día.
Cuando noté estos resultados, saqué un par de conclusiones: así como existe el arte de la resiliencia -muy mencionado en estos días- creo también existe en el arte de la congruencia, que nos invita a dar las cosas buenas que tenemos para ofrecer por las personas más importantes en nuestra vida, y especialmente dentro de casa. Aquí les dejo mis consejos para practicar el arte de la congruencia.
Se empieza por uno mismo: empezando a hacerle sentir a la gente que nos importa y a colaborar, porque siempre hay tareas que puedes desarrollar, no importa cuál sea el equipo en el que estés. También los invito a limpiar, que lejos de solo representar que no haya polvo en el piso, implica remover el polvo del corazón y de las relaciones. También comencemos a tener intención, ya que cuando una acción tiene un propósito detrás, se maximiza su efecto y alcance.
En cuanto a convivencia familiar o en pareja, también les recomiendo mantener un centro. Esto involucra que todos, o por lo menos uno de los miembros del equipo, mantenga la visión o el proyecto más grande en la casa…. Si en algún momento todos nos enojamos, el abanderado debe mantener “el centro” y ser la goma que todo lo pegue.
Lo más importante es vivir el momento. Es fácil quedarse enganchado en los problemas y peleas que por las condiciones “pandémicas” se dan, pero si vives el momento y te deshaces de ese residuo innecesario, dejarás espacio para enfocarte en las cosas buenas.
Haz una buena acción al día, en congruencia con el modo en el que quieres vivir. Esta frase debe de ser el mantra que nos quede de lección. Asumamos el reto de no ser “Luz de afuera y oscuridad en la casa”, sino de traer a casa ese espíritu solidario que tanto hemos demostrado en nuestra trayectoria como voluntarios, o empezar aplicando ese “voluntariado” en casa.