Mi voluntariado comenzó a mis 6 años, aunque aún no lo sabía: me inicié intentando darle cristiana sepultura a un ratón muerto que encontré en el jardín de mi casa; quería que tuviera una tumba, ponerle una cruz y rezarle como a todos nuestros muertos.
A mi corta edad también apoyé a mi papá en la Colecta Anual de la Cruz Roja. Me parecía importante que todos colaboraran. Le dieron a mi papá un reconocimiento por haber hecho la máxima colaboración de Jefes de Manzana en ese año.
A los 10 años perdí la vista por un virus que atacó el nervio óptico, así que estuve 3 meses sin saber nada de lo que sucedía a mi alrededor. Cuando la recuperé, me reintegré a la escuela y quedé muy sensible a todo lo que fuera la visión. Cuando un albañil, trabajando en mi casa, sufrió un accidente y se quemó los ojos con el cemento, mi mamá y yo lo llevamos al mismo médico que me atendió a mí, y dio sus recomendaciones. Me convertí en su enfermera y lo curaba de acuerdo con las indicaciones del médico. Guerrero -como se llamaba el albañil- recuperó la visión y me sentí muy contenta, feliz de haber hecho la tarea.
Ya de casada, fui al cine a ver unas películas de crítica social, y al enfrentarme a una realidad que a esa fecha me resultaba ajena, me cuestioné respecto a mi papel en la sociedad; ¿qué hago yo para revertir estas injusticias?
No tardé en encontrar una causa: los vendedores de fruta y verdura a los que frecuentaba semanalmente en el mercado de pronto tuvieron sus puestos cerrados; al preguntar a los vendedores vecinos me platicaron que el papá había tenido una riña y estaba hospitalizado; lo reportaban delicado. Cuando finalmente regresó el hijo a vender, le pregunté por su padre y muy triste me dijo que tendrían que vender los puestos para pagar los gastos de hospitalización de su papá. Si esos puestos eran el producto de su trabajo, y los vendían, qué harían entonces, pregunté. Se me ocurrió hacer una rifa para ayudarles a pagar los gastos del hospital y así recuperar sus puestos; tuvo mucho éxito esta rifa, y así fue como ellos regresaron a su quehacer cotidiano para el sustento de la familia.
Pero yo me quedé prácticamente desempleada… ¿ahora a quién ayudo?
Fue entonces cuando me invitaron a conocer RENOVACIÓN y accedí porque me sentía con la responsabilidad de hacer algo por los demás.
Cuando visité la institución me dio un vuelco el corazón; los niños que se atendían ahí tenían la misma edad que mis hijos y las condiciones eran tan diferentes que de inmediato me comprometí a trabajar para que esas criaturas tuvieran las mismas oportunidades que los míos. Que no sea por falta de oportunidades oportunas que estos niños queden rezagados. Ésa ha sido la luz que nos guía en el Centro Comunitario de Desarrollo Infantil que operamos en Renovación.
Así fue como me integré al voluntariado formal desde 1974, que lo que me ha dejado es un crecimiento personal que no lo hubiera adquirido en ninguna universidad. A través del voluntariado he descubierto mis habilidades, que de otra manera se hubieran quedado dormidas, en lista de espera, porque fueron saliendo a la luz cuando se necesitaba actuar.
Una misma piensa que da, y la realidad es que recibes mucho más. Desconoces tu capacidad, tu liderazgo, tu generosidad que siempre llama a dar más, porque la necesidad es inacabable, no termina nunca; entonces es cuando decides actuar, buscar soluciones, gestionar, crear alianzas. En definitiva, eres mejor persona cuando te orientas al voluntariado. Te olvidas de cosas banales, de nimiedades para enfrentar lo verdaderamente serio que es el bien común.
En Renovación he trabajado durante 45 años y los resultados han sido maravillosos. Por esto mismo quise compartir la experiencia con otros, por lo que decidí crear, en conjunto con otros voluntarios, una institución que promoviera y fortaleciera el voluntariado. Así surgió la Asociación Mexicana de Voluntarios que me tocó presidir. Podríamos incidir en políticas públicas y visibilizar el voluntariado, con el reconocimiento de nuestro gobierno. Creamos el Premio Nacional al Voluntario, avalado por la Presidencia de la República. Años después, por decreto presidencial se instituyó el Premio Nacional a la Acción Voluntaria y Solidaria del que fui parte del Comité Organizador y del Jurado Calificador en diferentes momentos. Ahora desde la Alianza Mexicana de Voluntariado -AMEVOL- seguimos trabajando para capacitar, estructurar y fortalecer el voluntariado.
En ese transitar, supe de IAVE y del movimiento mundial del voluntariado y decidí participar en la Conferencia Mundial de Voluntariado en Ámsterdam, para el lanzamiento del Año Internacional de los Voluntarios. Así fue como me vinculé con IAVE y conocí el potencial que teníamos mis compañeros y yo.
El punto cúlmine de mi función como Representante Nacional de IAVE, puesto que ostento desde 2001, fue la organización de la Conferencia Mundial de Voluntariado 2016 en Ciudad de México. El objetivo que me fijé era que se reconociera a mi país como un país voluntario y generoso, más que por las malas noticias que corren en los medios; y que detonara el movimiento del voluntariado en nuestro país, situación que ya es del conocimiento de un buen número de la población; ya hay voluntariado en todos los estados de la república y ya es un tema de actualidad y lo cuantifica el Instituto Nacional de Estadística y Geografía oficialmente.
Me siento más que satisfecha en este rubro, pero no me canso de ser voluntaria porque ello nos da más energía y más conocimiento de nuestra realidad; sigo pensando que lo único que no puedo hacer frente a la necesidad, es cerrar los ojos o cruzarme de brazos.
Si hiciera un recuento de los casos que han pasado por mis manos, mi cabeza y mi corazón, con justa razón diría que la persona que soy hoy se la debo al voluntariado, que ha descubierto y capitalizado mis habilidades y ha forjado mi carácter.